Barcelona se convirtió en el epicentro del hot que asoló la Península en los años 30. Algunas de las orquestinas de principios de siglo continuron funcionando como orquestas de Swing: Demon`s jazz, Napoleon`s, etc. El número de orquestas que funcionaban en la Barcelona de preguerra era enorme: Melodian`s Orchestra, The Venus Orquesta...
Un evento de gran importancia fue la creación del Hot Club Barcelonés (H.C.B.) por los aficionados, instigadores en el año 1934 del Barcelona jazz club. Con la intención de propagar verdadero jazz se organizaban disco−forum, conciertos y conferencias. El Hot−Club amparó la publicación de Jazz Magazine y un programa de radio. En el verano de 1935 organizó un Festival de Jazz internacional, cuyo éxito fue tan apabullante que movió a sus patrocinadores a repetir. Para el tercero, el 29 de Enero de 1936, se contrató al prestigioso saxofonista Benny Carter. Los ecos de las actividades del Hot−Club de Barcelona se extendieron, en Bilbao, Valladolid, Madrid y Valencia, se constituyeron los embriones de los respectivos hot−club.
La guerra civil terminó con la edad de oro del jazz, y no solo del jazz, de toda la cultura. Una época caliente y turbia, apasionante y tensa acabó muriendo sin dejar mas que un rastro de canciones y de locales vacíos. Se consideró al jazz como producto del capitalismo y vicio de la civilización, decadencia promovida por las ideas llegadas de Oriente. Fueron muchos los músicos, orquestas enteras, que se exiliaron sin dejar de tocar por ello. Desde las altas esferas del nuevo poder franquista se promovió una campaña en pro de la especialización del espectáculo y la canción, al establecimiento del nacional− flamenquismo contribuyeron por patriotismo y por buen gusto muchos de los autores e intérpretes de jazz. Los nuevos tiempos se anunciaban en el compás airoso y tan español de Quintero, León y Quiroga y Joaquín Rodrigo. El resultado fue que los dancing y cabarets se convirtieron en bailes y salones de fiesta, los cocktails en combinaciones, las revistas en comedias musicales, el ballet en baile y Charlot en Carlitos, lo que favoreció, en cambio, la súper-abundancia de música de jazz monótona.En este momento, a su vez, apareció la censura tratando de evitar los desmanes de épocas precedentes que también rozó al jazz.Tanto que Jazz había que escribirlo yas y los títulos de las canciones transcribirlas al castellano; Besáme Mucho fue prohibida, luego autorizada y vuelta a prohibir, Ansiedad, en versión de Nat King Cole pasó por un descuido. El censor mandaba callar al trompetista demasiado estridente, bajaba faldas cortas de coristas y corregía letras por si faltaban a la moral, la autoridad o el buen orden. El cheek to cheek (baile agarrado) fue prohibido por considerarlo una grave inmoralidad.Pero también dos nuevos bailes empezaron a causar furor: el Swing y el Boogie−Woogie o Bugui− Bugui, ritmos trepidantes que anunciaban la inminente explosión del rock & roll.
Nace en esta época la figura del vocalista al frente de la orquesta, anunciando una nueva era en el espectáculo musical. Bing Crosbi, Ella Fizzgerald y las Andrew Sisters fueron sus adalides. El primer crooner a la española fue Mariano Barreto, cubano que hizo llorar a media España encarnando al Negro que tenía el alma blanca. Otro cubano, Antonio Machín, personificó entre nosotros la figura del vocalista, quien llegó a España en 1939. A mediados de los 40 toda orquesta debía contar con su vocalista, cuyo estilo imitaba al crooner norteamericano. En la adaptación al gusto hispánico, el vocalista melódico alternaba el swing y el slow con la ranchera y el bolero, en un estilo cursilón. Destacaron en esta feceta Luis Sancho alias Jorge Sepúlveda, Raúl Abril, Raúl del Castillo, etc. Entre las vocalistas femeninas destacaban Pilar Morales, Blanquita Amaro, Rina Celi etc. También abundaron los tríos vocales de hermanas, fenómeno que se llamó sisterismo en imitación a las Hermanas Andrew.
Fundada en 1944, la Orquesta Rovira fue de las primeras en presentarse en formación de concierto, con recitales en las salas Coliseum, Tívoli, Comedia y Principal. Sebastián Albalat, numero uno entre los saxofonista barceloneses, fue un innovador además del mejor jazzman de su generación; además era cantante, pianista y director de orquesta. Destacaron como músicos jazzistas en los años 50, entre otros, Joe Moro, Salvador Arevalillo, Salvador Font o Pere Bonet.
El jazz recobró su pulso en Madrid creándose el Hot Club de Madrid en 1948, con jam sessions.Se promovió la edición de revistas y boletines, y varios discos a nombre de George Johnson, Don Byas y el Conjunto de Estrellas del Hot−Club de Madrid bajo la dirección artística del maestro Tejada. Los dirigentes del Hot Club de Madrid seleccionaron unos cuantos instrumentalistas calificados de Los mejores Músicos del año. En Barcelona, la nueva edad de oro del jazz se fijó en torno a los años 1943−1953, con matinées y jam−sessiones. Jazzistas, rumberos y flamencos convivieron en un mismo escenario.
El be−bop, considerado en un primero momento como un nuevo paso de baile, agarró entre los jovenes con gran transcendencia como concepto musical que conllevaba una manera nueva de entender el jazz. Destacó el Cuarteto Be−bop que se inspiró en las más jóvenes tendencias de la música de ritmo. El Be−bop generó una separación entre los aficionados, al tiempo que convirtió al jazz en privilegio de unos pocos espíritus cultivados. Junto a ello, ocurría que la mayor frecuencia en las visitas de los jazz−men americanos terminaron por saturar la frágil economía del aficionado. Víctimas primeras de ello fueron los músicos del país a quienes se les puso muy cuesta arriba tocar jazz.
En los 60 el jazz, llegado a su madurez expresiva, tomó conciencia de sus dimensiones reales. Aficionados y profesionales, músicos y oyentes, se constituyeron en minoría. Surgió la primera crítica especializada en toda la extensión de la palabra, los críticos mantuvieron vivo el jazz en prensa, revistas especializadas y radio, un medio que lo fue todo para el aficionado.
El Free−jazz tuvo escaso éxito entre los músicos pero contó con defensores ardientes entre los críticos. Para la nueva generación de músicos que tocaban Free−jazz, hacia el final de los años cincuenta y principios de los sesenta, estaba agotada la mayor parte de lo que el jazz hasta entonces podía ofrecer en cuanto a maneras de ejecutar y proceder. Se había consolidado en estereotipos y fórmulas imprevisibles, como veinte años antes. Los jóvenes músicos de jazz se empeñaron en buscar nuevas formas de tocar, volviendo a ser lo que en los años 20: una gran aventura loca, emocionante e incierta. Se volvía a improvisar colectivamente, surgiendo así una nueva Música.
El momento más interesante de esa larga posguerra es la inaguración en octubre de 1959, en un sótano de la Plaza Real de Barcelona, del Jamboree Jazz. Por éste pasaron durante los años sesenta músicos del máximo prestigio como Ornette Coleman, Lee Konitz, Chet Baker, Dexter Gordon y un largo etc. que sorprendería, aún hoy, a muchos. Las actuaciones de Ornette Coleman en trío, con Tete Montoliu y el batería Billy Brooks, fueron saludadas por los críticos como un verdadero acontecimiento intelectual. Después, poco a poco, tendría lugar la formación de otros clubes históricos que abrirían y cerrarían sus puertas con excesiva rapidez como para consolidar una música y unos músicos. El Whisky Jazz en Madrid es el que más años ha sobrevivido aunque con muchos cambios. Por el Whisky Jazz de la primera época pasaron gran número de artistas internacionales como Dexter Gordon, Lee Konitz, Paul Bley, Donald Byrd, pero sobre todo, y al igual que Jamboree, sirvió para que sus escenarios permitiesen a algunos jóvenes músicos demostrar su valía. Tete Montoliu también pasó largas épocas en el Whisky,así como Pedro Iturralde, Regolí (baterista) o Vladimiro Bas. Whisky y Jamboree fueron no sólo escaparate para el jazz foráneo, sino también, y a falta de academias especializadas, la escuela en la que se forjó una generación de jazz men: los músicos de casa.
Destaca en estos momentos, el jazzista Tete Montoliu, pianista sutil que pareciera haberse equivocado de tiempo, lugar e incluso color de piel, cuyo talento explotó por estos años. A raíz de sus actuaciones en los Festivales de Cannes (1958), San Remo (1959) y Berlín (1961), Montoliu sorprendió y conmovió al pequeño mundo de los aficionados al jazz. Tuvo la oportunidad de alternar con gigantes del jazz de la categoría de Dexter Gordon, Niels−Henning, Orsted Pedersen. En 1967 tocó en Nueva York y regresó a su ciudad natal , una vez que la actividad jazzística se hubo estabilizado por acción del recién abierto Jamboree.
Otro destacado de la época fue el Saxofonista tenor navarro Pedro Iturralde, que comenzó tocando en las jam−sessions del club Suevia. El reconocimiento internacional le llegó en el año 1967, cuando presentó su Jazz Flamenco en el Festival de Berlín. Entre los últimos clásicos se ocultaba bajo seudónimo, un joven Paco de Lucía.
Otra de las presencias en los escenarios de jazz nacionales, consolidada durante los años sesenta, fue el músico Vladimiro Bas, único español que ha tocado con Louis Armstrong.
Otra fecha crucial fue 1966, que marcaría el desarrollo del jazz en España. El 25 de Enero de ese año actuarían por primera vez Duke Ellington y Ella Fitzgerald en el Palau de la Música de Barcelona. Inmediatamente después nacerían, en septiembre, el Festival de Jazz de San Sebastián y en Octubre el de Barcelona, este último con un cartel antológico: Dave Brubeck con Paúl Desmond, Sonny Rollins con Max Roack y Tete Montiliu trío entre otros. En 1977 Vitoria también se unió a esta oferta musical. En la actualidad son numerosas las ciudades que cuentan con su cita anual con los amantes de esta música.
Al margen de los Hot−Clubs de Barcelona y Madrid, el de mayor volumen era el Sevillano. También lo hubo en Granada y en Valladolid. En Valencia funcionaba el Hot Club y en Santander el Drink Club. Hubo también otros clubes importantes como Balboa Jazz o el Bourbon Street en Madrid, La Casa del Loco en Bilbao, Indigo en Palma de Mallorca o Club 28 en las Palmas de Gran Canaria.
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